Hay muchas cosas que resaltan en la vida cotidiana de una persona dignas de estudio sociológico, pero como este blog estudia básicamente gilipolleces, como su propio nombre indica, y yo no soy ningún sociólogo sino un tío escribiendo balbuceos, pues voy a tratar un hecho que me llama la atención y que seguro a más de uno le ha quitado más de una hora de sueño. Me refiero a los desacuerdos, más comúnmente a los desacuerdos con tu pareja, más específicamente un tipo de desacuerdo en especial que comentaré a continuación.
(Una vez más no puedo meter contenido ni palabras sexuales en el blog, sin evitar categorizarlo para adultos, cosa que no quiero. O sea que mediante el uso de la disimulada metáfora, el lector podrá disfrutar del escrito y captar la misma idea, sin apenas darse cuenta de la diferencia).
La disputa susodicha se debe a una descoordinación del espacio tiempo entre ambos miembros de la pareja. A ver, pongo un ejemplo para explicarme. La pareja se encuentra en uno de esos momentos en los que disfruta del placer típico de... … … un tazón de leche con cereales, eso es. Suele suceder normalmente durante... la hora del desayuno (aunque la práctica en cuestión puede darse a cualquier hora del día) y todo empieza cuando el chico, pues acaba su tazón de cereales antes que su acompañante femenina. A lo que esta le dice “¿Ya está? ¿acabaste? ¿en serio? ¿eso es todo?” A ver, lo primero. Yo quiero dejar constancia que yo mismo por ejemplo, como sujeto masculino al azar, disfruto mucho más con un tazón de cereales enorme que me dure horas y horas si hace falta, que con un tazón que apenas es un piscolabis. Yo, soy el primero que se queda con hambre en esta situación, aunque haya agotado toda mi leche (¿se puede clasificar esto como metáfora? Equisdé). Pero muchas no lo entienden, lo tachan de egoísmo y se acaban enfadando, de ahí se va generando un malestar, que como todo problema parejil, pues se guarda en el armario pero que lejos de quedar inmutable, va aumentando como si de una bola de nieve rodante se tratara, y tarde o temprano amigo lector, chocará contra ti, justo cuando menos te lo esperes.
Sin duda, y fíjate tú, que a mi también se me ha dado la situación inversa. Una vez más estamos los dos juntitos, felices y disfrutando de nuestra comida mutua, y es mi compañera quien esta vez parece que ha acabado con su tazón de cereales antes que yo. ¿Y qué pasa en esta situación? ¿Se trata de una mujer comprensiva? Ella se quejaba de que no terminábamos de “comer” a la vez ¿Hará el favor de aguantar un poco más a que yo termine mi parte? ¡Pues no señor! Se comporta como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. “Yo ya acabé, acaba tú solo si quieres” ¡Menuda hipócrita! ¡Maldita sea la hora! Yo puedo comer cereales en mi casa solo, mientras veo porno delante del ordenador siempre que me de la gana, no me apetece terminármelos por mi mismo. ¿Pero qué puedes hacer? pues sólo te queda de una colega. Ahí, con mucho tacto y disimulo, vas y le sueltas algo en plan La pregunta del millón: “Mira, y si... en vez de terminar yo solo... te comes tú todo lo que te doy? (guiño de ojo)” (Un consejo os voy a dar. A no ser que tengáis mucha confianza y vayáis de sobrados, no uséis comentarios tan bastos como este a la hora de pedir sexo oral. En general, no hagáis caso a lo que escribo, os aseguro que yo de esto no tengo ni pajolera idea).
Total, puede que la chavala acceda, puede que no. Si habéis tenido la suerte o la buena puntería de elegir una mujer enrollada, puede que acceda a comerse toda/s tu/s parte/s, pero una cosa os digo, y este consejo sí es mejor que lo tengáis en cuenta ¡estad seguros de donde derramaréis la leche!
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