martes, 7 de junio de 2011

Queja para no variar


Existe en nuestro mundo una cantidad, no digamos ilimitada, pero si enorme, de diferentes tipos de materiales, formados todos por los distintos elementos que nos presenta la tabla periódica. El ser humano, ante este aparente caos que le muestra su universo, posee el instinto natural del orden. Coge el caos e intenta sacar factores comunes en los objetos para ordenarlos, debido a este hecho, poseemos clasificaciones científicas tan variadas como la diferenciación de seres vivos entre animales y plantas, las medidas de fuerza de los fenómenos naturales y a la que vamos a prestar atención en este escrito; la dureza de los materiales.

Creada por algún científico de vete a saber que siglo, conocido unicamente por el profesor de turno, al que le parece increible que no conozcas al famosísimo Friedrich Mohs del siglo XVIII (¿de que coño van? Serán gentuza...), esta tabla puede englobar y dar un valor a todos los objetos físicos que se nos ocurran. Por si alguien no lo sabe, el objeto que ocupa el puesto nº1 de dureza es el diamante, y por el contrario el objeto más frágil que podemos encontrar en nuestra realidad es un ordenador de la universidad.

Pues sí querido lector, dudo que el famoso Friedrich Mohs se diera cuenta de este hecho, debido a la inexistencia del ordenador en su época, por ello no encontrarán estos datos en ningún libro, pero como buen científico de pie de calle que me considero, apoyaré mi premisa con las siguientes experiencias personales.

A diario, sucede en la facultad un evento interesante para estudiarlo. Pongámonos en situación: queda una hora y media para la siguiente clase, los alumnos desamparados buscan la ansiada amenización de un ordenador en la sala de informática. Pero se presenta aquí el primer inconveniente, la escasez de los recursos requeridos provoca una batalla social entre los miembros de la clase, algunos jóvenes verán cubiertas sus necesidades, sin embargo otros se verán obligados a deambular solitarios por la facultad, mientras ven como los depredadores más fuertes y rápidos se han quedado con los ordenadores.

Nada más entrar a la sala de informática activo mis cinco sentidos, entrando en un estado salvaje donde revivo las partes más primitivas de mi cerebro. Lo peor de todo es que la tarea de conseguir un ordenador decente, no sólo representa una pelea entre los miembros de la misma especie, sino que encima está llena de trampas ocultas. Aún suponiendo que salgas indemne de la manada de estudiantes que se apelotonan en una puerta unipersonal de 2x1 que conduce a la sala de informática, todavía te queda probar suerte en el campo de minas que supone elegir un ordenador.
Aproximadamente el 50% de los ordenadores están cascados; tienen algún desperfecto como que el cable de alimentación está roto, no cogen internet o para que la pantalla haga contacto con la corriente tienen que adoptar posturas inverosímiles. En lo que tardas en darte cuenta de que tú ordenador no funciona, ya todos los demás están ocupados, es la Ley de Murphy.

¿Y a que se debe todo esto? ¿Cómo los flamantes y rapidísimos ordenadores de la facultad han llegado a este estado? Pues primero, creo que todo universitario estará de acuerdo conmigo en que los ordenadores de su facultad reciben un trato equiparable al de una mujer maltratada, o incluso peor, ya que al ser un objeto inanimado no posee derecho ninguno y no existe opción de que tome represalias. Bajo una tapadera que actúa de autoengaño, creyendo que los ordenadores no son realmente de uno mismo, sino de la universidad, la gente se convence de que puede hacer lo que les de la gana con ellos, llegando a tales extremos en los que he llegado a presenciar una pelea de ratones al más puro estilo de nunchakus ninja.

Por el otro lado de la baraja, cualquier trabajador funcionario (no sé como he metido estas dos últimas palabras en la misma frase...) de la universidad, pensará leyendo esto que la culpa de todo la tienen los alumnos. Como toda persona que trabaja cara al público, pensará que la culpa es de los clientes (no me atrevo a entrecomillar la palabra clientes según el contexto por desgracia), y su pensamiento es totalmente razonable, sin embargo en mi facultad al menos INEF en la ULPGC (no soy de la gente que se calla los nombres), existe un caballero, bueno califiquémoslo como desvergonzado mejor, que trabaja en recepción, y uno de sus quehaceres es apagar todos los ordenadores de la sala de informática. Pues estoy seguro, de que todos los fallos de software se deben a que este tipo va todos los días apagando los ordenadores incorrectamente pulsando directamente el botón de apagado, sin dejar que el sistema se prepare para ello.

Sinceramente estoy hasta los cojones de sentarme en un ordenador y ver que no funciona, luego tengo que ver si todo está conectado, compruebo que al enchufe le llega corriente, que funcionan el ratón y el teclado, que recibe la señal, que se conecta a internet, tiene el firewall desactivado, el condensador de fluzo operativ, etc, etc, etc. Pues ni intento lanzar un mensaje a las masas, ni pienso enviar esto a ninguna ofinicina de quejas, simplemente me molesta mucho este hecho y cuando algo me molesta si no lo suelto exploto.

Y aunque vemos que los maltratadores de ordenadores vienen desde las dos caras de la moneda, algunas causas son más salvajes que otras hemos de reconocer, pero ¿Quiénes somos nosotros para juzgar los actos de la naturaleza?

"miedo, el día está cerca
sientes, que se abre la puerta
tiemblas, suda tu cuerpo
callas, su fiesta empieza
llega de muy mal humor
está cansado de estudiar
se ha olvidao la educación
vas a la cama y tienes miedo
A golpes! A golpes! A golpes!
A golpes! A golpes! A golpes!
Contra la pared!"

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